Francisco Martínez Alas

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Renacimientos culturales

Posted by Francisco Martinez Alas en enero 3, 2021

[FMA] Renacimientos culturales. Noviembre 10 Martes 2020.

Francisco Martínez Alas

El renacer es una fantasía entusiasta, porque incorpora una idea con dos facetas: la de lo sorprendente y maravilloso, y la de tener una segunda oportunidad de ser, la cual se espera que sea mejor o al menos igual que la primera existencia. Pero, al renacer le antecede una tragedia: es necesario haber muerto, finado, o haber sido olvidado durante décadas o siglos.

Acá quiero hablar de los renacimientos culturales, pero me privaré de hablar del renacimiento más conocido, el de Europa entre los siglos 15 y 16, que sobre ello se ha escrito una vastedad, y además, por expertos, y yo no lo soy. Más bien quiero escribir sobre lo que he percibido, o de lo que me he enterado en libros y noticias, aquí y allá.

Además, el acto de renacimiento puede adquirir un sentido negativo o nefasto, como una burla o sátira contra algo grave y solemne del presente al que se rechaza recurriendo al pasado, a uno que se considera perfecto y ejemplar; o bien como la reaparición de un mal, de una especie de plaga o moho. Ello nos demuestra que no solo lo bueno renace, sino también lo malo.

Hacer renacer estilos y concepciones, del mundo, de la vida, de la literatura y de las artes, puede ser también una forma de contrarrestar a ciertas industrias culturales, las que como tales, producen cultura de masas, versiones engullibles y digeribles de grandes y complejas cosas, porque ahora ya no se tiene tiempo de observar, de pensar, ni de leer. Ante los productos culturales prefabricados y hasta ensamblables, conviene traer del pasado modos y maneras de hacer las cosas con gracia, con ornamento, con estilo, con artesanía y paciencia.

De cualquier manera, los renacimientos culturales traen cambios y transformaciones. Se suele hablar de renacimiento de estilos, de géneros, y de modos, en artes, arquitectura, teatro, poesía, narrativa, pintura, escultura y hasta en cine.

Se requiere de ciertas condiciones o características fundamentales para que un fenómeno o movimiento de renovación cultural se de, entre ellas: la existencia real de un pasado cultural valioso y significativo que recuperar, un espacio físico propicio y con identidad, el apoyo institucional de las autoridades y del liderazgo de gestores culturales, un capital social sólido vinculado a la cultura, la presencia de una comunidad de artistas, conocedores y creadores, y la posibilidad de contar con públicos que observen y disfruten con interés los actos y productos culturales.

Crear y lanzar un fenómeno de renacimiento es una empresa colectiva, en la cual participen no solo escritores y poetas, artistas y pintores, filósofos y ensayistas, diseñadores e inventores, en fin, los creadores; sino también periodistas y benefactores, consumidores y críticos, marchantes y publicistas, es decir, los que hacen correr la voz, los que toman fotos y hacen entrevistas, los que compran y recomiendan, los que interpretan y divulgan. Porque sino todos, que es mucho, pero sí muchos deben enterarse de que algo ha renacido allí, en un lugar concreto del mapa cultural y urbano.

Los agentes del renacer, sin importar su edad, sino más bien su espíritu y su actitud hacia el cambio, lo cual significa que los cambios culturales no son solo cosas de jóvenes o de viejos, de mujeres o de hombres, sino de sensibilidades particulares hacia lo original, notable, vigente, fortaleciente, de cualquier época. Ellos funcionan como elementos catalizadores, porque impulsan el resurgimiento de una fuerza o el crecimiento de una simiente.

Ello implica aceptar la función social del artista, es decir, que además de su papel de creadores individuales, de marchantes más o menos afortunados, adoptan el compromiso de realizar proyectos colectivos para hacer sentir que algo ha renacido, algo que merece ser retrotraído, para revitalizar tanto estilos como espacios.

Actuar como un renacedor requiere una cohesión entre el querer y el ser, una conexión entre el innovar y el imitar, entre el crear y el asemejar, es decir, crearse una nueva identidad, ponerse un nuevo traje, con nuevo espíritu y viejos detalles, en armonía entre el presente y el pasado.

En más de una oportunidad he destacado la importancia del espacio físico (y no solo en los campos del arte y la cultura), en tanto que lugar concreto y vivo, propicio para la acción y la vivencia, para que se concrete un proyecto, cualquiera que sea. De allí la necesidad y conveniencia de que se de un renacimiento de barrios clásicos, con tradición, mediante la restauración de algunas viejas edificaciones significativas, y la eventual transformación de otras (por ejemplo de fábricas, talleres, puertos, estaciones, y otros) en centros de creación e innovación. Si bien la aparición de edificaciones nuevas y de nuevo estilo contribuye a la revitalización de algunos barrios, en otros casos destruyen el carácter humanista y comunitario de los mismos, y lo sustituyen por el flujo incesante de automóviles y la magra esbeltez de edificaciones industriales que solo denotan la clase de productos constructivos que hay en el mercado.

El viaje, la estadía en el extranjero, sea estudiando, o ganándose la vida, es otro de los factores que pueden propiciar un renacimiento cultural en una ciudad. Otro modo de aprender, más formal y sistemático, es el estudio teórico y práctico, en universidades, escuelas técnicas, centros vocacionales, academias y hasta talleres de y con artistas o literatos; y quienes han recibido esa formación, en el extranjero, o en una provincia lejana, contribuyen a la renovación cultural al regresar a su entorno, a su comunidad, no solo porque traen lo que adquirieron allá, sino también porque pueden estar cargados de entusiasmo por aplicar lo aprendido y experimentar con simbiosis con lo local.

En un movimiento de renacimiento cultural puede resultar interesante y formadora la influencia de la inmigración, es decir, tanto la de quienes vivieron durante algún tiempo en el extranjero, como la de aquellos artistas extranjeros que en el país o en el lugar concreto donde surge y se crece el movimiento. La presencia de artistas de otras partes en un sitio operará como un fenómeno de contacto, y si los residentes y visitantes vienen de todo el mundo, la variedad de experiencias y modos de expresarse será multiforme y multimodal, en especial si son abiertos a compartir sus experiencias y perspectivas, y no llegan con la altivez del extranjero que se cree superior, sino con la aquiescencia de quien viaja para explorar y conocer paisajes, gente y obras.

Para realizar un renacimiento de estilos de escribir y poetizar, o de pintar, dibujar y grabar, o de diseñar y confeccionar, es indispensable un conocimiento previo y cuidado de la época que se desea hacer renacer. No se trata de ser y actuar como conservador, retrógrado, reaccionario, historicista, sino de recordar con orgullo que se pertenece a una cultura, a una etnia, a una lengua, a una tierra, y que antes se hicieron obras tan buenas como las que se hacen ahora.

Aunque en principio el descubrimiento o redescubrimiento de las formas, técnicas, estilos y temas del pasado, consista en copiar o imitar, a manera de modelos, tales cosas, es decir, como un proceso de aprendizaje, el propósito es usar tal aprendizaje como punto de partida. Pero así como no se debe caer en una sumisión al gusto de otros continentes o gentes, tampoco nos debemos quedar en la emulación de las fuentes indígenas, autóctonas o aborígenes.

Como productos resultantes de un fenómeno de renacimiento cultural están las obras de arte plástico, libros y otras publicaciones enfocadas en el acontecimiento, revistas de corta duración pero con contenido original y único, abundante material gráfico de ilustración y promoción, documentación de todo tipo para crear archivos especializados, así como posteriores estudios históricos, etnográficos y antropológicos.

En fin, un renacimiento es una tendencia creadora, una fuerza temporal, que deja huella siguiendo otras huellas, y nos hace recordar que hay cosas e ideas que no se deben olvidar, sumergidos y atosigados con tanta supuesta novedad. Y por supuesto, todo lo que nace o renace, tiene que morir: empero, no debemos dejar de visitar su tumba, de recordar su presencia.

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